Los antiguos griegos creían que los diamantes eran fragmentos de estrellas. Algunos incluso decían que eran las lágrimas de los dioses. Otra leyenda hablaba de un valle inaccesible en Asia Central alfombrado con diamantes, del que se decía que estaba protegido por aves de rapiña en el cielo y por serpientes venenosas en la tierra. Sin embargo, la verdad es que el origen exacto de los diamantes todavía es un misterio incluso para científicos y gemólogos.
El diamante es la gema más dura conocida por el hombre y, sin embargo, la más simple en su composición, tanto como el grafito de un lápiz, es decir, carbón común. Pero no se rompe tan fácilmente. Su punto de fusión es dos veces y media más alto que el acero, hacen falta aproximadamente 4.000 grados centígrados para fundir un diamante.
Hace millones de años, dos fuerzas elementales como el calor y la presión, transformaron milagrosamente el carbón en diamante dentro de la calderas de magma hirviendo que se encuentran a grandes profundidades bajo la superficie terrestre. Esa nueva masa volcánica en donde tuvo lugar la cristalización empujó hasta romper la superficie de la tierra para acabar enfriándose y formar chimeneas de kimberlita o conductos de lamproita, el lugar donde en la actualidad se encuentran la mayoría de los diamantes.
Todo lo extremadamente escaso se convierte en valioso. Los diamantes, formados hace millones de años, lo son porque muy pocos sobrevivieron a lo largo del viaje desde las profundidades de la tierra hasta su superficie. De hecho, aunque su producción ha aumentado en los últimos años, sorprende conocer que a lo largo de la historia sólo se han conseguido extraer unas 500 toneladas. Y de esa cifra, sólo la mitad se considera calidad de gema, y aún menos son lo suficientemente grandes para que merezca la pena tallarlos. Como referencia podríamos decir que rara vez los elegidos para ser tallados alcanzan un tamaño superior a la cabeza de una cerilla.
Obtener una cantidad relativamente pequeña de gemas de calidad así como diamantes industriales no es fácil, incluso con la sofisticada tecnología actual. Hay que extraer y procesar aproximadamente unas 250 toneladas de mineral de una chimenea de kimberlita para obtener un diamante con la calidad de gema.
Antes de llegar a las manos de una mujer, un diamante probablemente pasará por cuatro continentes y por las manos de cientos de personas. Hábiles artesanos han de adquirir una gran especialización para llevar a cabo el complicado proceso de extracción y pulido de un diamante. Aunque los diamantes se extrajeron por primera vez en la India hace 2.800 años, la industria moderna nació con los descubrimientos de Sudáfrica a finales del siglo XIX.
Hoy en día, sin embargo, en cuanto a volumen, los cinco países productores más importantes, principales abastecedores mundiales de diamantes en bruto y responsables del 90% de la producción mundial, son: Australia, Zaire, Botswana, Rusia, Sudáfrica y Namibia.
Hasta el siglo XV sólo los reyes eran dignos de llevar diamantes como símbolo de su fuerza, valor e invencibilidad. Sin embargo, a través de los siglos el diamante adquirió su condición de regalo esencialmente identificado con el amor. De hecho, se ha llegado a decir que las flechas de Cupido estaban rematadas por diamantes, lo cual les dota de una magia inigualable.
Desde tiempos remotos, los diamantes han sido asociados con el romance y la leyenda. La misma palabra “diamante” proviene del griego “adamas” que significa inconquistable y hace referencia a la eternidad del amor. Los griegos también creyeron que el fuego del diamante reflejaba la constante llama del amor.
Para millones de personas en todo el mundo, ese fuego, misterio y magia, la belleza y el romance que se desprenden del brillo de un simple solitario expresa todo lo que el corazón siente pero las palabras no pueden manifestar. La tradición de las sortijas de compromiso con diamantes no nació hasta el año 1477, cuando el Archiduque Maximiliano de Austria le regaló a María de Borgoña una sortija de diamantes. La razón por la que las mujeres los llevan en el dedo anular de la mano izquierda data del tiempo de los egipcios, ya que estos creían que la “vena amoris”, vena del amor, iba directamente desde el corazón hasta la punta del dedo anular de esa mano. La costumbre de regalar alianzas de aniversario o eternidad, la sortija de diamantes que sugiere la frase: “mi amor acabará allí donde acabe el círculo”, está creciendo entre jóvenes parejas durante los primeros años de su matrimonio, constituyendo un símbolo único de reafirmación de su amor. Dicha costumbre está más en auge ahora que nunca. Así mismo, las bodas de plata es la ocasión que ha inspirado la creatividad de los diseñadores y subraya la brillantez de la felicidad al existir un matrimonio lleno de amor.
Antes de adquirir un diamante usted querrá tener un mayor conocimiento de esta piedra preciosa. Joyartesana.com le recomienda que siga atentamente esta guía y después de completarla Ud. será capaz de elegir la mejor opción.
Una de las características del diamante es la posibilidad de determinar su calidad de acuerdo a unos determinados criterios o normas. Una vez que la calidad está determinada realizar la valoración del diamante es más sencillo. Las características que determinan la calidad y por tanto el valor de un diamante son peso, pureza, color y talla. Popularmente en inglés se conocen como las “4 Cs“ por sus iniciales.
No es posible hacer una valoración de la calidad de un diamante si falta alguno de estos cuatro datos.
Peso (Carat)
Como sucede con todas las piedras preciosas, el peso de un diamante se expresa en quilates. Internacionalmente se utiliza la abreviatura “ct”. El nombre de quilate (Carat en inglés y francés) deriva de una especie de árbol oriental llamado CAROB, especie de algarrobo, que produce unas semillas muy uniformes en forma y peso, las cuales eran utilizadas para pesar perlas finas en la zona del Golfo Pérsico. semillas o granos; posteriormente el sistema se estandarizó y se fijó las siguientes unidades de peso:
Un quilate = 0,200 gr. o 200 mg.
Cinco quilates = 1 gramo
Un quilate = 100 centésimas o puntos
Un grano = 0,25 ct
Cuatro granos = 1 quilate
Un quilate se divide en 100 “puntos” por lo que un diamante de 25 puntos se describe como un cuarto de quilate o 0,25 quilates. Vemos que el peso de los diamantes se expresa siempre en quilates con dos decimales.
Las balanzas que pesan los diamantes se denominan “quilateros”. Se trata de balanzas eléctricas y electrónicas de gran exactitud. Cuanto mayor es un diamante mayor es su precio por quilate, siempre y cuando se mantengan el resto de las características de pureza, color y talla. Este aumento de precio de los diamantes a medida que aumenta su tamaño, es debido a que la naturaleza proporciona muchas menos piedras preciosas grandes y a que es también mucha mayor la dificultad para que cristalicen. Sin embargo, es conveniente que Ud. sepa que, como el valor de un diamante viene dado por el conjunto de sus características, es posible que un diamante pequeño valga más que otro mayor, pues la calidad del pequeño puede ser mejor que la del más grande.
Pureza (Clarity)
La pureza de un diamante es la valoración sistemática de las inclusiones que presenta o lo que es lo mismo, el término utilizado para indicar hasta que punto la piedra que se adquiere está libre de estos fenómenos naturales. Estas impurezas denominadas inclusiones, presentes en casi todos los diamantes, son unos vestigios diminutos de carbono no cristalizados o pequeños cristales. La mayoría de las inclusiones son imperceptibles a simple vista y sólo se observan si se utilizan métodos de aumento. Desde principios de los años sesenta está universalmente aceptada la observación microscópica con la lupa de 10 aumentos. Cuanto menos inclusiones tenga un diamante, más excepcional será la piedra preciosa. Los laboratorios gemológicos basan sus análisis en 4 sistemas internacionales de graduación para clasificar los diamantes:
GIA: Gemological Institute of América. Instituto Gemológico de América.
CIBJO: Confederación de Profesionales de la Joyería.
ESCANDINAVA: Escandinavian Diamond Nomenclatura and Standars. Normas escandinavas.
IDC-HRD: Internacional Diamond Council. Consejo Internacional del Diamante. Hoge Raad voor Diamant. Consejo Superior del Diamante.
Se han adoptado los siguientes grados de pureza según la GIA, cuyas normas son las más adoptadas internacional.
FL. FLAWLESS LOUPE:
Sin inclusiones. Es el de mejor calidad pues se sitúa en el primer grado de pureza en el que no hay ninguna inclusión interna. Es una piedra perfecta según la GIA.
IF. INTERNALLY FLAWLESS:
Sin inclusiones internas, únicamente presenta pequeñas imperfecciones superficiales o defectos externos que no afectan a la belleza de la piedra o pueden ser eliminados con un repulido y una mínima pérdida de peso.
VVS1 - VVS2. VERY VERY SMALL INCLUSIONS:
Muy muy pequeñas inclusiones. En este grado pueden aparecer diminutas inclusiones internas, muy difíciles de encontrar, incluso para un observador experimentado. Estos defectos no suelen apreciarse con la lupa de bolsillo y sí en el laboratorio.
VS1 - VS2. VERY SMALL INCLUSIONS:
Muy pequeñas inclusiones. En este grado pueden detectarse impurezas por personas no cualificadas.
SI1 - SI2. SMALL INCLUSIONS:
Pequeñas inclusiones. Son imperfecciones superficiales más apreciables a simple vista.
P1 - P2 - P3. IMPERFECT PIQUÉS:
En este grado aparecen inclusiones perceptibles a simple vista. En los grados 2 y 3 el brillo y la transparencia resultan perjudicados.
Color (Colour)
Teóricamente el diamante químicamente puro y estructuralmente estable debe ser totalmente incoloro, pero en la práctica la verdad es que esas condiciones tan especiales casi nunca se dan por
completo, siendo habitual que la mayoría de los diamantes presenten mayor o menor grado de coloración.
Desde la más remota antigüedad se ha dado importancia al color de los diamantes. En la India se clasificaban en cuatro categorías que correspondían a las cuatro castas sociales; la mejor era la más incolora y se adjudicaba a los nobles y sacerdotes. Sin embargo, la primera clasificación del diamante por su grado de incoloridad tuvo lugar en el último tercio del siglo pasado tras los hallazgos de los importantes yacimientos de Sudáfrica.
En la actualidad la escala principal que se emplea para designar los grados de color del diamante de la serie incolora pertenece a la GIA (GEMOLOGICAL INSTITUTE OF AMERICA), asociación reconocida internacionalmente y vinculada con la enseñanza gemológica y el comercio de las gemas.
En 1953 la GIA creó una escala en la que cada grado viene representado por una letra del alfabeto, comenzando por la letra D, que representa el mejor grado de color, y terminando en la Z. Esta escala de 22 grados matiza muy bien las diferencias de color que hay entre unos grados y otros.
Diamantes de la D, E y F no tienen ningún color perceptible al ojo. Son descoloridos.
Los clasificados en la G, H, I, J, son casi descoloridos y sólo un gemólogo puede identificar un leve rastro de color.
Los pertenecientes a la K, L, M, presentan un suave color amarillo visible incluso para el ojo inexperto.
Cualquier diamante clasificado en la N, O, P, Q, R, tienen un color más amarillo visible al ojo inexperto.
De la S a la Z se observa un color amarillo obvio para el ojo inexperto.
DIAMANTES DE COLORES: También hay un reducido número de diamantes que presentan unas coloraciones especiales, de intensidad variable, gran belleza y elevada cotización. Estos diamantes se conocen con el nombre de diamantes de “ olor fantasía” o “fancies”: amarillos intensos, anaranjados, marrones rojizos, verdes, rosas, malvas, azules, etc.
Diamantes amarillos:
Los diamantes con coloración amarillenta son extremadamente corrientes, variando la intensidad de un tono muy pálido, difícil de percibir, hasta un intenso color amarillo paja.
Diamantes marrones:
Posiblemente esta sea la coloración más corriente. Al igual que los amarillos varían de tonos muy pálidos a oscuros intensos. Algunos pocos muestran una coloración anaranjada o rojiza fantasía, de gran belleza y elevado precio.
Diamantes verdes:
Se trata de diamantes excepcionales que presentan tonos muy pálidos y poco uniformes. Son rarísimos los que muestran un grado de intensidad media y no existen con coloración intensa.
Diamantes azules:
Son también rarísimos, especialmente los que presentan coloraciones intensas.
Diamantes rosas y malvas:
Con el descubrimiento del yacimiento australiano Argyle comienzan a proliferar los diamantes rosados, hasta este momento muy raros. El color de estos diamantes australianos suele estar mezclado con tonos marrones pálidos o una coloración malva, púrpura, violácea o rojiza.
El diamante rojo es casi inexistente.
Diamantes de otros colores:
Los diamantes grisáceos son bastante corrientes, no así los diamantes de color negro que se caracterizan por su escasez y suelen ofrecerse a los coleccionistas.
Diamantes famosos de color fantasía:
TIFFANY: Descubierto en una de las principales minas sudafricanas de la zona de Kimberly hacia 1877. Su peso alcanza los 128.51 ct., pertenece a la compañía que le dio nombre y desde hace muchas décadas se le puede ver expuesto en la famosa joyería con sede en Nueva York.
HORTENSIA: Esta piedra de color anaranjado de 20.53 ct. de peso tomó el nombre de su poseedora, Hortense de Beauharnais, Reina de Holanda, hija de Josefina e hijastra de Napoleón Bonaparte. El Hortensia fue comprado por el Rey Luis XIV. En la actualidad se exhibe en el Louvre de París.
GRAN CRISANTEMO: Es uno de los diamantes de color marrón más conocidos. Tallado en perilla y con 104.15 ct. de peso se descubrió en 1963 en Sudáfrica y se montó como centro de un collar de diamantes. Su color es especial, pues presenta varias tonalidades: marrones, rojizas, doradas, etc.
VERDE DE DRESDE: Presenta una coloración verde uniforme y tiene un tamaño de 40 ct. Está montado en un broche que se exhibe en el museo de la ciudad alemana de Dresde.
NUR-UL-AIN: Famoso diamante de color rosa de talla oval y de unos 60 ct. aproximadamente. Fue montado en 1958 en el centro de una tiara por el entonces Sha de Persia.
WILLIAMSON: Otro famoso diamante rosa, encontrado en 1947 en la mina Mwadui de Tanzania. En ese mismo año fue regalado a la entonces Princesa Isabel con motivo de su boda. Tallado en brillante pesa 23.60 ct. En 1953, año de su coronación, fue montado por Cartier en un broche en forma de flor.
HOPE: Sin duda el diamante de color fantasía más famoso es el HOPE, diamante de color azul intenso, algo metálico, en talla oval de 44.50 ct. En un tiempo perteneció a Luis XIV y recibió el nombre de “el diamante azul de la corona”. El HOPE fue robado durante la Revolución Francesa y reapareció en Londres en 1830, cuando lo adquirió Henry Philip Hope, de quien recibe su nombre actual.
Talla (Cut)
De todas las 4C, ésta es aquella sobre la que el hombre ejerce una influencia más directa. Las otras tres son dictadas por la propia naturaleza. La talla o forma de un diamante influirá de un modo fundamental en su fuego y brillo, ya que será la habilidad del tallador la que libere su belleza.
La talla del diamante es lo que permite que la luz se refleje de manera óptima. Cuando un diamante es tallado con las proporciones apropiadas, la luz se refleja de una faceta a otra y luego se dispersa a través de la meseta o parte superior de la piedra (2). Si la talla es demasiado profunda, parte de la luz se escapa por el lado opuesto de la culata o parte inferior (3). Si la talla es poco profunda, la luz se escapa por la culata o parte inferior antes de reflejarse(1).
EL DIFICIL ARTE DEL TALLADO: Un diamante sin tallar se parece tanto a un guijarro que la mayoría de la gente pasaría a su lado sin siquiera fijarse en él. Sólo la habilidad del tallador libera la belleza salvaje que esconde en su interior. Los conocimientos que requiere este arte son tan extremadamente precisos y exigentes que a menudo y a través de los siglos pasan de generación en generación. El tallador no se puede permitir una equivocación ya que echaría todo a perder. No sólo peligraría el diamante en sí mismo, que perdería parte de su valor, sino el trabajo de meses, ya que ese es el tiempo necesario para el tallado y pulido de un diamante.
Es interesante saber que durante este laborioso proceso cada piedra perderá una media de un 50% de su peso original.
La belleza de un diamante depende también de la forma en que refleja la luz. El tallador debe encontrar la manera de cortar la piedra de modo que deje entrar la luz por su extremo superior, para que rebote en el interior y vuelva a salir por el mismo lugar por el que entró. Así se refleja la mayor cantidad posible de luz y el diamante centellea y hace brillar su fuego.
Los lugares donde se extraen los diamantes y aquellos en donde se hallan los artesanos cualificados pueden estar separados por miles de kilómetros, por lo que la industria del diamante puede considerarse como verdaderamente internacional.
Hay muchos centros de tallado en todo el mundo, pero los más importantes son Nueva York, Amberes, Israel e India. De hecho, el mercado de diamantes es muy importante para estos países. Por ejemplo, sólo en la India hay 750.000 personas que trabajan en esta industria. En Israel trabajan alrededor de 10.000 personas en un negocio que genera aproximadamente el 25% de los beneficios totales de las exportaciones del país.
LA TALLA DEL DIAMANTE: La precisión y delicadeza con que se talle un diamante determinará su brillo, su fuego y su belleza final. La forma elegida es una cuestión de gusto personal sólo limitada por la habilidad del tallador. El brillante redondo es el más popular, pero existe una amplia gama que va desde las formas más tradicionales como la marquesa, pera, esmeralda, oval, baguette, cuadrada o corazón a las más fantasiosas y creativas.
Las nuevas tallas florales, por ejemplo, han sido presentadas recientemente y están comenzando a alcanzar una gran popularidad. Son la unión perfecta entre el arte de los talladores y la tecnología moderna.
La talla Brillante es la más conocida de todas las tallas del diamante.
La talla Oval es una adaptación de la Brillante y aparenta ser mayor, aún con el mismo peso en quilates.
La talla Marquesa es el nombre que se la da a un diamante cuando es alargado y puntiagudo es sus extremos.
La talla Corazón es seguramente la más romántica de las conocidas como tallas de fantasía.
La talla Esmeralda es rectangular, con facetas en cada uno de sus lados externos y ángulos.
La talla Pera es el nombre en inglés equivalente a lo que los franceses denominan “Pendelogue”, en forma de péndulo.
La talla Cuadrada, también conocida como Princesa tiene un aspecto luminoso y centelleante.
Casi todos los objetos que se adquieren para la casa, así como los personales, se deprecian con el uso a medida que pasan los años. Sin embargo, el diamante es un valor permanente que, como el amor, se vuelve más apreciado con el tiempo. Esta es otra razón más para comprar la piedra de mejor calidad posible, independientemente del tamaño o del diseño de la pieza de joyería.
Cuando esté dispuesto a elegir su diamante debe visitar a un joyero de confianza, quien como experto en la materia le explicará las diferencias entre las diversas calidad de diamantes y cómo
afectan al precio, asesorándole en su compra. No espere encontrar gangas en diamantes, la calidad tiene su precio.
Un joyero establecido valora su buena reputación y le ayudará a elegir, ya que él sabe que usted busca calidad al hacer una compra tan importante.
Una buena pauta a seguir para determinar cuánto dinero se debe gastar en su sortija de compromiso es calcular de uno a dos meses de sueldo o el importe de su paga extra, aunque, como es lógico, la decisión depende de usted.
La gama de precios en diamantes es tan amplia que con toda seguridad encontrará uno que se adapte a su gusto y a su presupuesto.
Debe tener presente que los precios hoy en día no son los mismos que cuando sus padres o abuelos se casaron, por lo que no debe esperar pagar lo mismo que ellos por un diamante. No obstante, y al contrario de lo que sucede con otras compras que se hacen con motivo de ocasiones muy especiales, como por ejemplo el vestido de novia, un diamante no se estropeará en una caja en la buhardilla, porque “un diamante es para siempre”.
Los diamantes necesitan ciertos cuidados si se quiere mantener al máximo su brillo. Un diamante limpio no sólo reflejará mejor la luz, sino que incluso parece más grande que otro que haya sido “apagado” por aceites corporales, jabón, cosméticos o grasa de la cocina. Los diamantes tienen una cierta afición por la grasa y deben limpiarse una vez al mes para que continúen brillando lo máximo posible.
EL BAÑO DE DETERGENTE: Prepare en un pequeño recipiente una mezcla de agua jabonosa con cualquier detergente líquido suave. Cepille las piezas delicadamente con un cepillo de dientes mientras se encuentran en el líquido. Páselas a un colador y aclárelas bajo el grifo con agua templada. Seque con un trapo suave y sin pelusa dándoles golpecitos.
EL REMOJO EN AGUA FRIA: Prepare en una taza una solución al 50% de agua y amoniaco. Deje el diamante en remojo 30 minutos. Sáquelo y golpee ligeramente alrededor de las partes posterior y frontal del engaste con un cepillo pequeño. Vuélvalos a sumergir en la solución y escúrralos sobre un papel. No necesita aclararlos.
EL METODO DEL BAÑO RAPIDO: Compre uno de los líquidos utilizados por los joyeros para la limpieza de joyas y siga las instrucciones.
ALGUNOS CONSEJOS PARA UNA CORRECTA CONSERVACION: El diamante no debe entrar en contacto con lejía mientras se hacen las tareas domésticas. La lejía no dañará el diamante, pero puede picar o decolorar el engaste. No se debe llevar puesto el diamante mientras se hace algún tipo de trabajo duro o se friegan los platos. Aunque los diamantes son resistentes, pueden astillarse si reciben un golpe fuerte en su veta. No se deben guardar las piezas que lleven diamantes juntas en un cajón o un joyero, ya que los diamantes pueden arañarse entre ellos o incluso rallar otras joyas. Lleve sus diamantes por lo menos una vez al año al joyero para que él los revise, así podrá comprobar si la sortija tiene el engaste flojo o si presenta muestras de desgaste. Además, podrá aprovechar esa visita para que le limpie los diamantes de una forma profesional.
KOH-I-NOOR (Montaña de luz): Mencionado por primera vez en 1304, pesaba 108,93 quilates y era una piedra de talla oval. Se piensa que estaba engastado en el famoso trono en forma de forma de pavo real de Shah Jehan, siendo uno de los ojos del pavo. En la actualidad forma parte de las joyas de la Corona Británica y tiene un peso de 105,60 quilates.
LA ESTRELLA DE AFRICA: La piedra más grande tallada del Cullinan forma parte en la actualidad de las joyas de la Corona Británica. Pesa 530,20 quilates y tiene 74 facetas. Sigue siendo el diamante tallado más grande del mundo.
EL DIAMANTE CENTENARIO: Encontrado en la Mina Premier en junio de 1986. Pesaba 599,10 quilates en bruto. El maestro tallador, Gabi Tolkowsky, junto con un reducido y selecto equipo, tardó casi tres años en transformarlo en el diamante más moderno, perfecto y de mayor tamaño del mundo. Tiene 247 facetas, 164 de ellas de la piedra y 83 en su faja. El adecuadamente llamado Centenario pesa 273,85 quilates y sólo es inferior en tamaño al “Gran Estrella de Africa” de 530,20 quilates y al “Estrella Menor de Africa” de 317,40 quilates, ambos engastados en la Corona Británica. El diamante “Centenario” fue mostrado por primera vez en la torre de Londres en mayo de 1991.
EL ORLOFF: Se piensa que pesaba alrededor de 300 quilates cuando fue hallado. Hubo un tiempo en el que se le confundió con el gran Mongol y, en la actualidad forma parte de Tesoro de diamantes de Moscú, en Rusia. Dice la leyenda que se encontraba en el ojo de Dios, en el templo indio de Sri, y fue robado del templo por un soldado francés disfrazado de hindú.
EL OJO DEL IDOLO: Esta piedra, del tamaño de un huevo de gallina y con forma de pera aplanada, pesaba ya tallada 70,20 quilates. Este es otro de los diamantes famosos que se encontraban engastados en el ojo del ídolo antes de ser robado. Según la leyenda, el Jeque de Cachemira pagó con él al Sultán de Turquía el rescate de la Princesa Rasheetah.
EL REGENTE: Un diamante realmente histórico descubierto en 1701 por un esclavo indio cerca de Golconda que pesaba en bruto 410 quilates. Uno de sus propietarios fue el primer ministro inglés William Pitt quien lo hizo tallar para obtener un diamante de forma abombada de 140,50 quilates y, hasta su venta al duque de Orleáns (regente de Francia) cuando Luis XV era un niño en 1717, fue conocido como el Pitt. Fue entonces cuando se le puso el nombre de El Regente, y fue engastado en la corona que Luis XV llevó el día que se subió a trono. Después de la Revolución Francesa fue propiedad de Napoleón Bonaparte, quien lo engastó en la empuñadura de su espada. En la actualidad se encuentra expuesto en el Louvre.
EL HOPE AZUL: Más conocido que cualquier otro diamante, el Hope fue en un tiempo propiedad de Luis XIV y recibió oficialmente el nombre de “el diamante azul de la corona”. Fue robado durante la Revolución Francesa y reapareció en Londres en 1830, cuando lo adquirió Henry Philip Hope, de quien recibió su nombre actual. Fue mientras pertenecía a la familia Hope cuando adquirió la reputación de dar mala suerte. Toda la familia Hope murió en la indigencia. Desgracias similares le ocurrieron a otros de los dueños, Sir Edward McLean. En este momento se encuentra en el Instituto Smithsonian en Washington y tiene un peso de 45,52 quilates.
EL SANCY: El Sancy pesaba 55 quilates y fue tallado en forma de pera. Su primer propietario fue Carlos el Intrépido, Duque de Borgoña, quien lo perdió en una batalla en 1477. La piedra, de hecho, recibió su nombre de un dueño posterior, el señor de Sancy, embajador francés en Turquía a finales del siglo XVI. Este se lo prestó al rey francés Enrique III quien lo llevaba en la gorra con la que ocultaba su calvicie. Enrique IV de Francia también lo tomó prestado de Sancy, pero fue vendido en 1644 a Jaime I de Inglaterra. En 1688, Jaime II, el último rey de la casa Estuardo de Inglaterra, huyó con él a París. El diamante desapareció durante la Revolución Francesa.
TAYLOR - BURTON: Taylor-Burton tiene un peso de 69,42 quilates. Este diamante con talla de pera se vendió en una subasta en 1969 y se acordó que podría tomar el nombre de la persona que lo adquiriera. Cartier de Nueva York pujó por el diamante con éxito dándole el nombre de la casa “Cartier”. No obstante, al día siguiente Richard Burton lo compró para Elizabeth Taylor por una cantidad no revelada, rebautizándolo: “Taylor-Burton”. La señora Taylor lo lució por primera vez durante un baile benéfico que tuvo lugar en Mónaco a mediados de noviembre de ese mismo año, llevándolo como colgante. En 1978, Elizabeth Taylor anunció que iba a ponerlo en venta y que pensaba destinar parte de las ganancias para construir un hospital en Botswana. Para cubrir los costos de exhibición, los posibles compradores tuvieron que pagar $2,500 para poder examinarlo. En junio de 1979 se vendió por cerca de 3 millones de dólares. Se ha dicho que en la actualidad se encuentra en Arabia Saudita.
HORTENSIA: Esta piedra color melocotón de 20 quilates de peso tomó su nombre de su poseedora, Hortense de Beauharnais, reina de Holanda, hija de Josefina e hijastra de Napoleón Bonaparte. El Hortensia ha formado parte de las joyas de la Corona de Francia desde que lo comprara Luis XIV. Hoy se exhibe en el Louvre de París junto al Regente.
Contacto:
C. C. Ronda de San Fernando - Local B4
Avda. Tirajana, s/n - CP 35100
Las Palmas de Gran Canaria - España
Tel: (+34) 928 777 477
Email: info@joyartesana.com
Horario:
Lunes a Viernes 09:30 a 17:00
Sábados 09:30 a 13:30
Domingos cerrado